"Some time later"

viernes, 16 de mayo de 2008

El discreto encanto de la vida moderna (FÁBULA URBANA)


Como cada lunes, Rosalía emerge de la estación de RENFE en Plaza Catalunya.
Sin embargo, el rumbo de sus pasos hoy es muy distinto: en vez de girar apresurados hacia la entrada del Corte Inglés, hoy permitirá que la conduzcan azarosamente por las calles.¡Parece mentira! ¡Día libre! Y hace tanto que no se permite ser una simple paseante…Ya no recuerda ni la última vez que hizo shopping.

Comienza a descender Portal de l’Àngel con ojos dispersos, dispuesta a dejarse llevar por su capricho. Pronto se da cuenta de que ha de prestar más atención. Hordas de turistas la zarandean de un lado a otro. Por mirar un escaparate, casi topa con una pareja de americanos detenidos con un mapa en el centro de la calle. A su izquierda, una comitiva de japoneses avanzan asombrados tras la sonrisa experta de su guía. A su derecha, un bailarín callejero es el centro de atención de una asamblea de boquiabiertos.
Intenta adentrarse en su zapatería preferida, y debe sortear un cúmulo de parejas de amigas que gesticulan fascinadas ante ese despliegue de tentaciones. De golpe, una mano agarra su hombro; se gira pensando descubrir el rostro de alguna vieja amiga pero no se trata más que de una compradora impaciente, que la aparta de su camino sin contemplaciones. Siente que el calor invade su rostro, los puños de sus manos se cierran en un gesto intuitivo. Le falta el aire. Sale de nuevo a la calle dando grandes zancadas. Pero no puede pensar con claridad porque se halla entre dos grúas de ruido ensordecedor. Los trabajadores tienen que hablar a gritos, que resuenan cual grietas en su cabeza..
Decide tomar una calle menos transitada, buscar un oasis dentro de la muchedumbre.
Toma la calle de la Palla. Un camión de obras le sigue como una sombra. Debe hacerse a un lado para que pase. Como nadie más se detiene, el camión no puede avanzar, así que acaban caminando al unísono como si se escoltaran mutuamente. Toma Marqués de Campo Sagrado. Al fin un horizonte limpio, una promesa de casi-silencio. Pero no han pasado ni diez segundos, y ya una furgoneta de reparto le va a la zaga, ocupando como por privilegio la totalidad de la calle.
Acelera el paso para dejar atrás el maleficio acústico que la invade; el letrero que reza “Calle Canuda” le huele a salvación. Ya sólo una manzana la separa de la Rambla.
Sus tobillos quisieran volar, pero deberá conformarse con zigzaguear hábilmente.
De nuevo en Plaza Catalunya ¿Qué hacer ahora?. Diríase que la propia fuerza de gravedad vuelve a engullirla bajo el suelo.. Habrá que alejarse del ombligo de la ciudad, de ese tumor de agitación para el que no hay curación alguna.
Cualquier dirección sirve, siempre que la lleve lejos.“Zona universitaria”. Dicen que cerca de ahí hay un parque con una variedad de rosas exuberante. Es la última parada. Mejor. Se deja caer en el asiento. Suspira. Por fin disfrutará de un lapso de tiempo de descanso.
La brusquedad de un sonido de ambulancia la hace sobresaltarse. Se incorpora y observa a dos adolescentes jugando con su móvil a grandes carcajadas. Los mira con reprobación pero ellos, ajenos a todo, continúan bañando el vagón de su algarabía. Prueban melodías de móvil: ninguna les parece lo bastante excesiva.
“Liceu”. El metro se llena de bolsas de plástico. Orgullosas, se posan en todas las esquinas. Abren y cierran su boca, casteñuelan entre ellas, portadoras de la excitación de una compra cuyo apetito todavía no ha finalizado.
“Drassanes” Turbamulta de maletas que se precipitan en el vagón. Sus portadores hablan y ríen a grandes voces. En su frenesí, golpean con los codos a derecha e izquierda, barrando el paso a algunos autóctonos que, feroces, no dudan en empujarlos a su vez para colocarse cada vez más cerca de la salida (no vaya a ser que no puedan ya descender nunca más y sean englutidos por la fiera metropolitana).

Intenta no pensar, no escuchar, no mirar, visualizar solamente el Parque Cervantes al que se dirige en su día libre.
A su lado, alguien mastica fuertemente un chicle. Cuando consigue olvidarlo, de nuevo un respingo. Vuelve a abrir los ojos y, frente a sí, una mujer de unos treinta años: deportiva pero abrumada por el peso de su equipaje –o por el contenido de su agenda, que ahora guarda en el bolso para poder extraer otro objeto. Sus rasgos apagados se iluminan al observar la pantalla de su móvil.
-HOLAAAA! –grita con voz estridente-. Què TAAAL? Sí, és clar, ara vaig cap allà. Doncs MOLT bé. GENIAL! Espera! Igual ara marxa la cobertura. Doncs no! HA HA! Doncs sí, QUÈ FORT ALLÒ que va passar, no? Ostres! SÍ, TIA! NO! De puta mare!

Al unísono, le acompañan cual acordes de orquesta las bolsas del Corte Inglés que están adentrándose a la altura de Maria Cristina. El chicle infatigable marca el compás de fondo. Como contrapunto, otra melodía de móvil a lo lejos.

-Sí, nena, sí!! És que és l’hòstia! Sí, a veure quan ens truquem tots i sopem. Tinc tantees ganes de veure’ns…En Gerard? Molt bé, tia, molt bé, és TAAAAN maco…
Sí, sí, tinc molta sort, un boyuuu…No em queixo, nooooo, hehe.

Mientras ha dicho estas últimas palabras, sus dedos se enredan nerviosamente en las bolsas de plástico; la mano izquierda tantea el bolso con fruición; su espalda está encorvada, sus cejas tensas, pero hace brillar sus dientes para el espectáculo público.

-Tens el meu telèfon, no? No et surt a la pantalla? Mira: és el…

Esta es su oportunidad. Rosalía anota mentalmente los números. En un rapto de determinación, se levanta, sale del vagón en la siguiente parada y entra en el vecino.
Marca los números recién aprendidos.

“Hola. Sóc JO. No cridis, no, ja et sento. Et dic que sóc JO i vull que m’escoltis tu a mi.
A qui vols enganyar fent creure que ets feliç? Per favor!!
Per molt que repeteixis en veu alta lo GUAI que és tot el que fas NO LI INTERESSA A NINGÚ ni tampoc convenceràs a ningú: la teva vida fa pena. I per molt soroll que facis, això no farà canviar res. O sigui que com a mínim tingues pietat de la gent que no ha triat seure al metro al teu costat: pel bé de la humanitat, dóna un descans al teu mòbil!! Si necesites tant parlar en veu alta, compra’t una gravadora, però fes-ho a casa i deixa de torturar la resta del món!
Ah, i fes el favor de canviar de melodia, que és més hortera i depriment que el Charles Chaplin ballant el chiqui-chiqui!”

4 comentarios:

Anónimo dijo...

juajuauua
no me esperaba esa vuelta de tuerca. al princpio me he solidarizado con la pobre paseante que es machacada por los ruidos de los alienígenas que pueblan la city, depsués he pensado que era la cruz del otro relato, aquel que escribiste sobre unos encuentros en el matro, pero el final... cuántas veces hemos soñado eso. bueno, eso y más: quitarle el móvil de las manos al vecino bocazas y espachurrarlo contra el suelo. y la moda de escuchar música a través del móvil? pensaba que aquello murió con los radiocasetes mastodónticos, aquellos de la época de Leroy Johnson en Fama, pero no, las modas vuelven, sieeempre vuelven.
saludos, isoncia!

Chabela dijo...

vale, ahora sé que eres Óscar. No sabía seguro quien era; pensaba que quizás Montse, o tal vez tú pero no lo veía tan claro.
Me alegro de haberte hecho sonreír un poco. Era un divertimento-revancha contra el agobio de la vida moderna: y yo me sentí la mar de realizada con ese final. También me planteé hacer lo que dices tú, que cogiera
el móvil y lo tirara, pero entonces me perdía el placer principal: que era decirle al otro por móvil que su vida daba pena; si lo decía por el móvil estaría hablando con su amigo que en principio no era el que estaba puteando...
Besorroncios

Anónimo dijo...

BUENÍSIMO, ME HE REIDO DURANTE MEDIA HORA!

Chabela dijo...

Vaya, Moritz, me alegro de haberte alegrado.
¡Salud!