"Some time later"

jueves, 13 de noviembre de 2008

DESINTEGRACIÓN DE LO EFÍMERO



Os quiero recomendar la última novela de Patrick Modiano. No era un autor que me atrajera hasta ahora y me sedujo por el título. No ha sido para nada como imaginaba, no es exactamente una lectura sentimental ni reflexiva; pero el libro se lee solo y tiene el encanto de lo desconcertante; sí parece redefinir el concepto juventud y paso del tiempo pero de manera muy etérea, muy sutil; va tejiendo una tela de araña que al acabar la última línea nos atrapa por completo y nos hace ronronear de placer; de placer amargo, puesto que al final el tema sí es el del paso del tiempo. No ha sido como esperaba, sino mucho mejor, de los que perduran.


Con En El café de la juventud perdida Modiano vuelve al París de los años 60 para trazarnos una suerte de alegoría sobre la juventud.
Por el título podríamos pensar que se trata de una muestra más de novela de formación donde se nos relata el paso del joven al adulto y la educación sentimental correspondiente (estilo Paul Auster o Murakami, que por otra parte resultan siempre hipnóticos). O podríamos haber esperado una recreación semiautobiográfica de los escenarios de su juventud, al estilo de París no se acaba nunca. Y tal vez nos hubiera cautivado también. Sin embargo, lo que hace a esta novela única es su modo de representación de la nostalgia ya que, como reza su título, no se nos habla de esa juventud perdida sino que ubica al lector en el mismo escenario de las pérdidas. El café Condé es el punto de encuentro y refugio para los distintos personajes, relacionados con la bohemia del momento; constituye una zona neutra, lugares donde el tiempo se detiene y todo parece posible. (Aunque, irónicamente, en el presente de la narración ese café ya haya desaparecido). Este no-lugar sirve de anclaje para el personaje que se desliza a lo largo de toda la novela como su punto de fuga: Louki, misteriosa y escurridiza, reflejo para todos de un modo más auténtico de vivir, y bajo el que se esconde una fragilidad insospechada.
En el café de la juventud perdida me parece una novela propia de la postmodernidad, donde el mundo ya no resulta tan fácilmente narrable ni representable. Como en Exploradores del abismo, de Vila-Matas, la existencia arrastra a los personajes hacia agujeros negros o hacia imprevisibles conjunciones de elementos. La propia voz narrativa no se focaliza en un punto, se desplaza continuamente; ya nos posamos en los ojos de Louki, ya en los del que la persigue, la añora o la ama; pero finalmente la imagen de la mujer se construye desde la desaparición, y resulta igual de inaprensible que el café Condé.
La devastación del presente que se da con Louki es tan meteórica que me hace pensar en Rimbaud (ya me perdonaréis por la insistencia) y en todos aquellos autores de los que habla Vila-Matas en Bartleby y compañía, que un día se callan porque ya no tienen nada más que decir, o porque la intensidad del instante es superior a cualquier palabra. Si la belleza constituye lo efímero, no podemos prácticamente nombrarla ni retenerla, pues se consume continuamente; llevado a su paroxismo, el que aspire a la modernidad (o a la juventud) eterna, en su modo más radical, ha de enfrentarse a la desaparición o el silencio. Así, en el corazón de la novela de Modiano parece hallarse un abismo por donde el presente se catapulta a sí mismo, por donde todos los personajes parecen difuminarse en la estela de lo insondable. Ese parece ser el universo incierto en el que vivimos.