
Razones para amarlo:
1) Porque sus obras son siempre una experimentación, una aventura sorprendente que no sabes cómo va a acabar. Así sucede en "Dulbinesca", que comienza como la epopeya de un editor jubilado que desea viajar a Dublín para conmemorar el Bloomsday y al mismo tiempo...el funeral de la "época Gutenberg", que está siendo desoladoramente sustituida por la época Google. ¿En qué universo estamos? ¿El del drama, el viaje iniciático, la parodia? ...
2) Porque las fronteras entre la realidad y la literatura están tan difuminadas que inspira a vivir más literariamente, y a leer más vitalmente.
Como dice el personaje de él mismo en 'Dublinesca', "Tiene una notable tendencia a leer su vida como un texto literario, a interpretarlo con las deformaciones propias del lector empedernido que ha sido durante años."
3) Porque su lectura deja siempre en el paladar más interrogantes que respuestas, así que nos impele sin miramientos auna lectura activa.
4) Porque sus obras son una inspiración para viajar por la literatura, y contagia al lector el entusiasmo por los lugares y autores visitados...En realidad nos pasea continuamente por su propia geografía literaria; puesto que lo que nos hace sentir vivos es lo nuevo, lo extranjero, su obra parece la del eterno paseante por lo extranjero, ese gran Otro que se ve colmado en la literatura. "Está claro que sólo lo ajeno a su mundo familiar, sólo lo extranjero, es capaz actualmente de atraerle en una dirección u otra. Tiene que saber ver que necesita aventurare en geografías donde reina la extrañeza y también el misterio y la alegría que rodea lo nuevo: volver a ver con entusiasmo el mundo, como si lo estuviera contemplando por primera vez." (Dublinesca, 77-78)
5) Porque refleja todas las preocupaciones que puedan tener los amantes de la literatura: sobre cómo va a ser la literatura del futuro, sobre el hecho de escribir, de leer... ¿Va a seguir la literatura la estela de la modernidad, como la gran literatura del siglo XX, o va a desembocar en un callejón sin salida, confinándose en un género hermano de lo tecnológico? En Dublinesca parece plantearse humorísticamente esta disyuntiva; pero a nosotros no nos engaña, mientras sugiere que la "era Google" va a acabar con la literatura tal como la concebimos, el personaje sigue definiendo las obras esenciales como aquellas marcadas por "intertextualidad, conexiones con la alta poesía; conciencia de un paisaje moral en ruinas; ligera superioridad del estilo sobre la trama; la escritura vista como un reloj que avanza".
Y mientras debate sobre la alta literatura, el personaje se busca y se pierde a sí mismo; se esconde tras la aventura literaria, para luego confesasr que busca "un momento en el centro del mundo", "un arte de mi propio ser". El personaje así (y el autor, y el lector, diríamos, de rebote) se persigue a sí mismo y se oculta tras el artificio literario.
Razones para odiarlo:
1) Porque su cultura de la cita y autocita nos encierra en un universo hermético, que nos hace preguntarnos: ¿para qué tanta literatura?
2) Porque nunca sabemos a ciencia cierta hasta dónde nos está tomando el pelo. Eso sucedía ya en "Historia abreviada de la literatura portátil" y en "Bartleby y compañía", entre otros. ¿Podemos tomar en serio las anécdotas que nos cuenta sobre la "conjura de los autores portátiles", los "shandys", y las fascinantes luces y sombras de aquellos autores que dejaron de escribir?
3) Porque es imposible seguirle la pista hasta el final en sus referentes librescos, cosa que crea una cierta angustia en el lector ("esa enfermedad de corte tan europeo").
4) Porque su visión del ser humano está llena de oscuridad, desesperanza, como si se considerara ya "de vuelta de todo". Si no, ¿qué hace el editor Samuel rindiendo homenaje a la literatura en un Dublín tétrico y fantasmagórico e inundado por los infiernos de la soledad y el alcohol?
5) Porque sus obras son muy mentales y hay poco espacio para lo emocional. Parece que se agarre a la literatura para escapar de sí mismo o de la complejidad de las relaciones humanas. Como él mismo cita en ciertas ocasiones, diríamos con Blanchot: "¿Y si escribir es, en el libro, hacerse legible para todos, e indescifrable para sí mismo?"
Y así podría continuar eternamente; y lo curioso es que encuentro al unísono motivos suficientes para amarle como para odiarle. Y en el cénit de esta contradicción llego a la conclusión de que tengo que seguir leyendo a Vila-Matas. Porque la historia de la cultura se construye justamente sobre la polémica, el desconcierto, y no sobre la indiferencia. Y esa pasión compulsiva o visceral rechazo que siento según la luna al leer a Vila-Matas constituye en realidad una prueba fehaciente de que me resulta motivadora su lectura.
Cuando algo nos atrae y repulsa al mismo tiempo, ¿no significará que algo está llamando a nuestra puerta, que ese estímulo va a forzar un poco más los goznes para que pueda continuar ensanchándose nuestra visión del mundo?