"Some time later"

sábado, 17 de abril de 2010

Pon un clown en tu vida... o en tu aula.


Siempre da un poco de vértigo volver a la enseñanza después de haber estado ausente. Cada septiembre se repite ese cosquilleo en el estómago que después se va deshaciendo a medida que captas la atmósfera que te envuelve en esa aula y aprendes a moverte cual anfibio en ella. Y después de un descanso, como ha sido mi caso ahora, la ilusión de volver y a la vez el miedo a no decaer en la expectativa que uno se ha hecho de uno mismo. ¿Me habrán olvidado ya, habré sido totalmente reemplazado? ¿Recordaré hacer clases? ¿Recuperaré la ilusión, después de haber vivido sin ataduras pedagógicas durante dos meses?

Este retorno mío ha sido lento y progresivo como a velocidad de crucero. Los primeros días aterricé lánguidamente dejando que los circuitos se fueran encendiendo uno a uno. Tras ello, el esfuerzo, la voluntad de retomar todos los hilos abiertos para poder conducir el final de curso a buen puerto. Y ahora que ya me siento situada, descubro que mis clases tienen su ritmo y naturaleza propias, que puedo permitirme dejarme llevar; que no hay que esforzarse en ser el profe que uno quiere ser, porque ya lo soy. Basta con estar presente, abierta de verdad al otro, y parece que las situaciones van fluyendo espontáneamente hacia un lugar confortable

Y no será casual que justamente ahora me he atrevido a aplicar al aula lo que aprendí sobre el CLOWN hace unos meses.
Tuve la suerte de seguir un maravilloso curso de introducción al clown con Pedro Herreros. Para Pedro, como todos los auténticos clowns de hoy, ser clown no es aprender un conjunto de maniobras humorísitcas, sino una actitud ante la vida, un acercamiento al "corazón clown" que todos guardamos dentro. El clown es un puente que trenzamos con el niño que todavía tenemos dentro. Venciendo los temores al "qué dirán", a la rigidez del juez interior que nos domina, el clown nos abre el sendero de la ilusión y la libertad. Podemos permitirnos (no siempre, pero sí de vez en cuando) tomarnos la vida más en broma, afrontar cada nuevo reto como un juego; tratar de redescubrir cada parcela de nuestra vida en toda su maravilla, como si acabáramos de nacer; aceptar nuestros fracasos con dolor intenso y olvidarlo en seguida; volver a salir al escenario con todo el entusiasmo recuperado. Y, sobre todo, no tratar de ser perfectos y permitirnos equivocarnos...Eso nos abre a una ligereza a través de la cual cada instante puede ser un descubrimiento, cada contacto con el otro una fuente de calor y de risa.

Aunque suene un poco etéreo, todo eso trabajé en el clown. Y me di cuenta de lo que nos cuesta disfrutar, volver a jugar como de niños sin sentirnos culpables por ello. El hecho de practicar el clown trae frutos inmediatos: felicidad, confianza en los demás, relativizar las preocupaciones.
Por eso, al retornar a mi vida como profesora, o ese ser que está muchas horas al frente de la dinámica de un grupo, decidí experimentar y dar un espacio al clown.

Hoy ha sido el segundo viernes de nuestro taller de clown con los alumnos de Ges-2. Y la experiencia ha sido tan enriquecedora que me ha dejado en la boca un sabor a miel y limón que he ido degustando durante todo el camino de vuelta.
He pedido un cambio de aula. Y nos hemos desplazado a otra aula donde hemos retirado todas las sillas. Al principio, les hago moverse al son de la música para desentumecerse. Para ir venciendo la timidez, hacemos sencillas actividades de calentamiento, como juntarse por grupos, o quedarse "congelados" cada vez que para la música. Después, si hace falta, hacemos unos minutos de relajación para que se encuentren a gusto en el espacio. Acto seguido, comienzan las pequeñas aventuras clown.
Una de ellas es muy sencilla. Se trata de construir pequeños diálogos improvisados de dos en dos. Uno dice cualquier cosa y el otro tiene que responder sólo con dos premisas: 1) no pensar 2) comenzar su frase con "¡Sí! Y..." pronunciado con mucho entusiasmo, y añadir cualquier cosa. Con esta sencilla técnica se rompen inhibiciones, surgen asociaciones imprevisibles de palabras, y van entrando en confianza unos con otros.
Otra actividad que he querido aplicar hoy es el "bombardeo positivo". Una persona se coloca al frente de la clase, y todos los demás le tienen que decir todo lo bueno que piensan de ella; sin orden ni concierto, cada cual le va lanzando su piropo, sea sobre su carácter, su físico...La persona en cuestión tiene que aguantar el chaparrón y aguantarse sus ganas de salir corriendo. Cuando se acaba, todos le aplauden a esta persona durante unos segundos en gran ovación; la persona debe mantenerse en pie saludando y agradeciendo el momento.
Quería aplicar esto al aula y temía que fuera un gran desconcierto. Pero han reaccionado de manera muy entusiasta, han seguido a la perfección las reglas del juego, y todo esto ha contribuido a ir creando un ambiente de aula relajado y optimista.

Estas son sólo algunas de las situaciones que se han ido creando. Después ha habido otras propuestas, como inventar una historia improvisada de dos en dos, de cara al público, con la única premisa de que cada uno sólo puede decir una palabra cada vez; la historia puede desarrollarse por derroteros de lo más surrealista; a más confusión, más diversión se crea en el aula. Ah, en la historia debían introducir un personaje, un objeto y un lugar que se habían consensuado antes entre todos.

Ahora espero impaciente la redacción que me tienen que traer para la semana que viene: "El clown y yo" con las sensaciones que han tenido hasta el momento en el taller.
En el día de hoy, ha habido risas, ha habido nervios, ha habido gente que se dejaba llevar y gente a la que le costaba más, pero me he vuelto a casa con una gran felicidad, sintiendo que todo lo que sucedía en el aula estaba vivo, era único e insustituible. Con cada actividad siento que algo se remueve dentro de cada uno de ellos y también en el grupo, las energías se van interconectando.

Si el clown es una forma de vida, donde lo importante es la alegría y la espontaneidad, sin miedo al fracaso, llevar el clown al aula sospecho que va a resultar una medicina para todos...

4 comentarios:

Joselu dijo...

Hermoso post sobre un personaje que ciertamente llevamos dentro pero al que raramente le damos salida. Los talleres de teatro (mimo, clown, commedia dell arte...) son excelentes para promover iniciativas en clase. La única objeción es que, en mi caso, con alumnos adolescentes tan proclives a la vergüenza y el sentido del ridículo, es difícil ese dejarse ir y aceptar la espontaneidad del libre encuentro de situaciones que se hilvanan cómicamente. La idea es espléndida.

Hice algunos años algunos pinitos con el clown y me di cuenta de la enorme dificultad de este personaje. No todo el mundo vale. Hacer reír es muy difícil. Se necesita un perfil especial. Yo doté a mi payaso de elementos algo intelectuales para dar paso al absurdo. La idea era buena, pero advertí que entre mis compañeros había algunas ideas mucho más sencillas y que tenían una carga dramática divertida mucho más intensa.

Te echábamos de menos.

Un abrazo.

Chabela dijo...

Gracias por los ánimos, Joselu. No sé si leíste mi respuesta a tu comentario último de la otra entrada. En cualquier caso, me has picado para que siga, aunque en estos momentos me cuesta un poco encontrar el momento para ello.

Sí, supongo que con adolescentes es más difícil aplicar las actividades, pero creo que no imposible, si se trata de un grupo reducido y se prueban las actividades más sencillas para hacer un primer experimento...
Con adultos, es variable. Algunos, los más "mentales" en seguida entienden por qué hacemos cada cosa, pero les cuesta soltarse. A otros no les cuesta nada pero van más perdidos. Los más infantiles tienen la misma vergüenza y "risa floja" que un adolescente. Pero como la naturaleza es sabia y siempre hay de todo, con perfiles variados de gente puede salir una dinámica compleja interesante.

Qué bien que hubieras hecho clown también. Entonces coincides conmigo que es un proceso difícil a la vez que interesante. A mí me costó también. Tiendo a analizar demasiado y no me suelto. Pero vi que cuando mejor resultaba mi clown y yo más a gusto me sentía era justamente cuando me permitía estar "en desequilibrio", cuando no pretendía controlarlo todo y sacaba mi vulnerabilidad a flote.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Menuda suertaza tienen tus alumnos contigo! Muy interesante. Qué bien oír estas cosas tan apartadas de la rutina, tan vivas.

Por cierto, que leí un relato de Luisa Castro ("Correspondencia") y entonces recordé que habías hablado de ella en tu blog. Yo no la conocía. Me gustó mucho el cuento. Me recordó a un relato de Clarice Lispector, porque también allí la narradora es una niña a través de cuyos ojos vemos a su maestro, que nos cuenta de una forma tan poco fiable (y eso me encanta!) como conmovedora su versión del mundo.

Un abrazo de atenta observadora,
Montse

Chabela dijo...

Un abrazo, muchacha, y gracias por pasearte por aquí.
El clown sigue en marcha...Están contentos; en sus redacciones dicen que es el mejor momento de la semana...para mí también.
¿Por qué cuesta tanto decidirse a hacer algo así, cuando todos disfrutamos?
Besos.