"Some time later"

viernes, 26 de marzo de 2010

Tus vidas posibles.


En la vida real no nos es dado explorar todas nuestras vidas soñadas o posibles. Para eso existe el arte, o el buen arte, como yo lo entiendo: para ampliar nuestra experiencia del mundo, que es inevitablemente limitada; para experimentar con la realidad como si fuera un laboratorio de emociones. Eso ha logrado en mi opinión "El mundo después del cumpleaños", de Lionel Shriver, novela con la que me he divertido horrores y que os recomiendo a todos, aunque especialmente a las mujeres.
Os cuelgo mi reseña, publicada ayer en el Heraldo de Aragón :

¿Qué habría sucedido si hubiera tomado la decisión contraria?, nos preguntamos a veces, sin hallar nunca una respuesta plausible. Este planteamiento es el que subyace bajo la novela de Shriver: ante una encrucijada vital (¿debe Irina besar a ese atractivo hombre o mantenerse fiel a su compañero de vida?) se exploran al unísono dos universos paralelos, que se van desarrollando a lo largo de la novela. El punto de partida rebosa genialidad, y es una incitación a la lectura compulsiva. Ambos universos están trazados con igual verosimilitud y coherencia, y se construyen sobre puentes y recurrencias temáticas admirables. Además, la autora hace gala de una inteligente capacidad digresiva (si bien un poco contenida para mi gusto) que sirve de contrapunto lúcido a las vicisitudes de Irina, a quien pertenece normalmente el punto de vista. La acción resulta ágil; la conciencia de Irina nos desvela perspicazmente las preocupaciones de una mujer actual (incluidas las sexuales, normalmente amortiguadas en los personajes femeninos). Si algo se le puede achacar a Shriver es la excesiva extensión de la parte intermedia de la novela, cuya acción a ratos resulta repetitiva e innecesaria para el desenvolvimiento de la historia. En cualquier caso, si el lector continúa hasta el final, no le decepcionará: la autora ha logrado sortear la dificultad de concluir su peculiar trama sin recurrir a un deus ex machina ni a artimaña onírica alguna. Shriver, en su notable novela, nos hipnotiza con su artefacto narrativo y nos acerca a los complicados mecanismos que rigen las relaciones amorosas hoy.

miércoles, 24 de marzo de 2010

I loved dancing with you





Gracias otra vez a mi querida A. (que, más que alumna, me enseña ella a mí) he podido llevar a cabo un capricho que tenía desde que inicié este blog: añadirle una melodía que me sugiere mucho, "I loved dancing with you", de la película de Coixet "Mi vida sin mí".
En la película esta frase tiene que ver con el tránsito de la protagonista hacia la muerte. Ella tiene una enfermedad terminal y sabe que va a morir, pero, en vez de recrearse en su desgracia, se dedica a llevar un cuaderno de "cosas que quiere hacer antes de morir" y realizar todo aquello que desea, desde lo más banal (cambiarse el pelo) hasta lo más emocional (probar a tener un amante, encontrar una futura mujer para su marido, decir a sus hijas que las quiere...).
El argumento puede tener algo de forzado, pero en la película está tratado con una tal sensibilidad y poesía, sobre todo a través de la imagen y de la música, que me sugiere nada más y nada menos que un arrebatado canto a la vida; con su inherente melancolía, porque todo lo que nos sucede va quedando atrás y lo vivimos sólo una vez; con su esperanza de encontrar a cada momento nuevos instantes con los que maravillarse. En realidad la película, más allá de su argumento "terminal" se puede leer como una metáfora profundamente humanista: puesto que todos vamos a morir, todos podríamos llevar a cabo ese programa de "realizar aquello que uno desea antes de morir" desde ahora mismo, y vivir todos los instantes con la intensidad que merecen.
Entre sus mensajes de despedida a sus seres queridos, pues, ella deja también unas palabras para su amante, que termina con un simple: "Me encantó bailar contigo". Y me parece la declaración de amor más escalofriante que he oído. Hay en ella alegría, sencillez, disfrute por lo compartido; pero también una generosidad sin límites, un tratar de no aferrarse a nadie ni a nada, sino de tomarlo al vuelo y después dejarlo ir... Este mensaje sin embargo me impactó porque va mucho más allá de la pasión, y se podría aplicar a toda relación humana, pero también a los momentos de disfrute sensorial o artístico, y a todas las experiencias vividas en general. Es una declaración de amor a la vida en toda regla; de la vida que transcurre; la única cierta.
Y es esto lo que quería transmitir yo fundamentalmente en mi blog: agradecimiento por los momentos y personas que por una razón u otra me han llegado a flor de piel. Luisa Castro, me encantó bailar contigo. Sesión del dentista, idem; Ana María Shua; y seguiría con mis alumnos, con mis amigos, mi familia, pero no lo haré porque no quiero ponerme melodramática yo también y que estas líneas parezcan una carta de despedida.
En cualquier caso, aquí os dejo en enlace con la melodía que inspira el paso agridulce del minutero; para que no se haga una carga angustiosa; para que la muerte no nos aterrorice con fúnebres presagios; para que no suframos por todo lo que queríamos vivir y aún no hemos vivido; simplemente, hay que susurrarse a cada paso "I loved dancing with you". Y todo lo demás sobra.

viernes, 19 de marzo de 2010

PLANETARIO


Por fin ha llegado el momento tan esperado y a la vez temido. Instalo cómodamente el cuerpo en la hamaca que mi galán me ofrece. Me insta a que me recline, y gustosa acepto, con recién descubierta holganza Su gesto es una invitación a que me deje llevar, a que me olvide. Por encima de nosotros sobrevuela un planetario que me hipnotiza; a un lado, una bandeja de exquisito licor me espera; al otro, bizarros instrumentos para mí sola dispuestos.

Abro la boca y dejo que se introduzca en mí. Yo hoy soy la sumisa, la que todo permite. Sus manipulaciones me causan algo de dolor, que luego se ve amortiguado con sutiles toques que me reconfortan. El tiempo pasa despacio mientras los planetas giran; estrellas fugaces se dibujan en mi mente, paradisíacos parajes donde sin rumbo navego.

Una mujer nos contempla desde un rincón; intercambian susurros entre ellos que no llego a discernir, ni me importa: hoy voy a dejar que decidan ellos.

Cuando vuelvo a la calle, tengo dos empastes nuevos y cien euros menos en la cuenta, pero soy prácticamente feliz.

Luisa Castro: sutil estremecimiento.


El pasado miércoles tuve la ocasión de ver a Luisa Castro en el Ateneu Barcelonès. Tenía cierta curiosidad por conocerla después de leer la turbadora novela "La segunda mujer", de inspiración supuestamente autobiográfica; pero la desidia pesaba más, y si no hubiera sido por el ánimo de mi entusiasta acompañante A., probablemente hubiera desistido y hubiera perdido una ocasión como pocas de recibir una fulminante transfusión literaria...
La había visto en fotos, y me había hecho una imagen un tanto diferente de ella: de aridez, seriedad. Pero entra en el aula con tranquila resignación, como si acatara un destino ineludible, no como el escritor soberbio, del que se encuentra a años luz. Parece cansada, tal vez ha volado hoy desde Santiago de Compostela Mientras la presentan, se frota los ojos y masajea las sienes, como preparándose para acabar de aterrizar aquí. Una vez acabada la presentación de la que ha sido objeto, levanta la mirada al público, esboza una tímida sonrisa y, en un segundo, ya nos ha conquistado a todos.
Luisa Castro habla del oficio del escritor con sencillez, con autenticidad, y eso es algo no habitual y muy de agradecer en estos días.
No tiene un gran secreto para escribir y, contraria a la exaltación habitual en la actualidad de la fantasía y lo impersonal en un autor, ella reivindica el espacio de su persona y su memoria ante la escritura. Para escribir, hay que "convocar los recuerdos desde el amor."
"Escribo de lo que huyo" afirma desde un principio y después completa "escribir es enfrentarte a tus miedos" como si con la vida literaria se satisficieran todos los otros yos para siempre postergados.
El discurso de Castro invita a escribir. No nos transmite una alta literatura para la que hay que estar muy equipado; simplemente incita a aprovechar todas las sustancias que forman parte de nuestras vivencias, y hacer con eso una obra de arte. Para Luisa la literatura está hecha de reciclaje, de los residuos de los días, la materia aparentemente más pequeña y frágil.

Por otro lado, reivindica una suerte de "laisser faire", de naturalidad; para ella los buenos temas literarios no son aquellos de los que uno decide concienzudamente escribir "hay que escribir de los temas con que uno se tropieza en la vida" murmura, y también "No se persigue de lo que se escribe; son los temas los que te encuentran."
Pero la literatura también tiene una suerte de función social. "La única función de la literatura es no estar solo", anuncia en otro momento, y asimismo "Se escribe para comprenderse más".
Nos anima a todos los presentes a dejarnos llevar por la escritura, puesto que "escribir es un riesgo que merece la pena."

Para Luisa la escritura va viniendo, no tras un propósito determinado sino como una madeja de un hilo inevitable de la que uno va estirando. "La literatura es un misterio que hay que ir desvelando"; "cuando viene una frase, hay que tirar del hilo."

La literatura, en fin, para Luisa Castro es un refugio, el único hogar indispensable; "El mundo es demasiado ancho; la literatura te abraza, te acoge".
Aquí tenemos la oportunidad de vivir otra vez la vida, bien, "sin pasar de puntillas".

Pero, por encima de todo, Luisa nos ha derrotado con la veracidad con la que habla de su vocación literaria. Cuando le preguntan por qué tiene la necesidad de escribir, contesta simplemente: "Escribo porque me hace mucha ilusión." "Cada día me levanto con esa ilusión, aunque no siempre lo consigo."
Y, cuando se trata de la relación entre los medios de comunicación ella, de manera muy poco políticamente correcta, aclara que le abruma la columna de opinión, que ella no pretende crear opinión, puesto que cada cual ya piensa por sí solo; prefiere ejercer de columnista literaria, terreno en el que se siente más cómoda, puesto que es el suyo. Al final, cuando se acomete el tema de cómo los medios a veces mitifican la imagen del escritor, ella aclara que no hay que engañarse, que el escritor no tiene que ser un genio ni nadie perfecto; justamente el escritor es el ser imperfecto, incompleto, que se pasa la vida buscando; pero ella lo dijo con mucha más gracia en pocas palabras:
"El escritor es el que tiene una falta que compensa escribiendo."

Salgo de la charla y siento cómo la dedicación literaria no es un oficio voluntarioso y hostil sino un mar tranquilo que surge desde dentro de cada cual, que conquista con suavidad el exterior, hasta que las palabras se van trenzando inevitablemente y con su modulación van conquistando la realidad...como sucede con la voz de Luisa Castro.
PD: Por cierto, Luisa Castro es novelista, y también poeta; hay que decir que sus poemas (en gallego y castellano) ganan mucho con su propia recitación, dulce y sosegada; en su charla hizo gala sobrada de ello...como sin pretenderlo (eso fue lo mejor).

miércoles, 17 de marzo de 2010

El microrrelato: el conjuro de las palabras

(Este artículo se publicó en el Heraldo de Aragón en el suplemento Artes y Letras el jueves 11-03-10. Como no hay edición on-line del periódico, aquí lo dejo a vuestra disposición.)

Todo lector un poco avezado recuerda el famoso cuento de Monterroso con el que se inició el imperio del microrrelato: “Cuando despertó, el dinosario todavía estaba allí.” Pues bien, el dinosaurio ha crecido, se ha reproducido y ahora ya puebla las librerías, congresos y talleres de escritura en España.

Si bien la existencia de textos cortos se remonta al inicio de la literatura, pero como apéndices o curiosidades, hoy van ganando terreno como un producto especialmente propicio para la sociedad vertiginosa en la que vivimos. Sin embargo, se trata de un género de naturaleza difícilmente delimitable, todavía sin un canon definido. De hecho no resulta clara ni siquiera la nomenclatura con la que identificarlo: de ahí que haya oscilado desde el “relato hiperbreve” hasta la “microficción”, la “minificción” o el “microrrelato”, como lo llamaremos provisionalmente. Inclusive resulta cuestionable el hecho de que pertenezca al género narrativo; para que se constituya como tal, basta una condensación particular del lenguaje que provoque una impresión estética en el lector; así, el microrrelato se hallaría en la frontera entre lo narrativo (porque está escrito en prosa y suele predominar la acción sobre la adjetivación) y lo poético (pues los recursos usados se focalizan en la fuerza expresiva del lenguaje y no en la “historia” en sí explicada). De alguna manera, la microficción se aproxima a la estética surrealista que preconizaba Breton según la cual el chispazo de la belleza creada era mayor cuanto mayor era la distancia entre las imágenes superpuestas; dicho de otro modo, para estos templos de la palabra en miniatura, su mayor baza es la ruptura de las expectativas, la desautomatización de lo habitual que se produce en su mirada.

Para Fernando Valls, máximo estudioso del microrrelato en lengua española, este tipo de texto necesita un “lector activo”, en la línea cortazariana, que pueda responder a las elipsis e interrogantes que se le plantean. Valls publicó en el 2008 Soplando vidrio y otros estudios sobre el microrrelato español, en Páginas de espuma, el trabajo más completo que se ha publicado hasta el momento sobre la cuestión, donde repasaba el estatuto genérico del texto, las polémicas habidas durante los últimos años, y sintetizaba los pincipales hitos en las manifestaciones del mismo, desde Juan Ramón Jiménez hasta la actualidad.

La misma editorial, de joven andadura, Páginas de espuma (especializada en relato y microrrelato) ha publicado recientemente Por favor sea breve 2 (continuación de la primera antología publicada hace 10 años) y la obra completa de la argentina Ana María Shua.

El proyecto de Clara Obligado, la antóloga de “Por favor, sea breve” 1 y 2 es el de reunir un corpus de autores representativos del género en lengua española. Su segunda antología, más depurada aún que la primera si cabe, persiste con la misma técnica de ordenar los cuentos de modo decreciente: de mayor extensión (una página y media a lo sumo) a menor, de modo que los últimos rozan prácticamente el silencio. Toda antología resulta por definición parcial e irregular, puesto que muchos autores se hallan ausentes y no todos manifiestan la misma calidad, pero no hay que negarle el mérito de la variedad de épocas y registros. Aquí encontramos textos de una sola línea, ocurrencias que nos recuerdan a las greguerías de Gómez de la Serna, como el de Care Santos: “Le abandoné porque ya no sabía qué regalarle” o el llamado “Novela de terror” por Andrés Neuman: “Me levanté recién afeitado.” Entre estas páginas se dan cita numerosos autores consagrados en activo y de ambos lados del océano Javier Tomeo, José María Merino, Ramón Acín y Juan José Millás, pero también se nos brinda la ocasión de leer a autores menos conocidos, como los aragoneses Fernando Aínsa, Fernández Molina y Patricia Esteban Erlés (con su maravillosa variación del dinosaurio monterrosiano, “Mascota”) o a posibles precursores, como Gómez de la Serna o Perucho.

Por otro lado, aunque ciertamente en este tipo de escrito predominen la libertad y la disparidad de dispositivos, algunos elementos, como explica Francisca Noguerol en su prólogo, son recurrentes en estos autores a la hora de construir sus artefactos: la fantasía, la confusión entre realidad y ficción, el terror, tratado con indiferencia; la preponderancia de la imagen; la subversión poética del lenguaje; pero también el humor y los juegos metaficcionales y lingüísticos: breves boutades que violan el marco narrativo convencional al introducir la figura del lector o el autor, o que nos demuestran algún artificio literario. (Como la elisión de alguna grafía, en el caso genial de “Cazadores de letras”: “¡Huyamos, los cazadores de letras est´n aqu´!”)

Este mismo relato es el que sirve de título a la voluminosa obra que recoge la “minificción completa” de la autora argentina Ana María Shua. “Cazadores de letras” comprende las obras “La sueñera”, “Casa de Gheisas”, “Botánica del caos”, “Temporada de fantasmas” y “Fenómenos de circo”. Mi consejo: no se deje amilanar por el grosor de la obra. Tómese como un cofre que contiene tantos perfumes de aromas diversos como momentos de diverso orden vale la pena dedicarle a la lectura. Léase brevemente, pero con intensidad, en una butaca, mientras prepara la comida, en el médico, en el metro. Le aseguro que cada página le será una bocanada de inspiración. Shua tiene ese poder: el de hipnotizar con su palabra. Después, el lector se acostumbra a la modulación intermitente de su melodía, y esas palabras se apoderan de él, transmitiéndole una pasión contagiosa que abre nuevos cauces para percibir cuanto nos circunda.

Y el mérito es doble porque no se trata sólo de la coherencia interna insobornable de cada texto. Cada libro sostiene su propia lógica, crea una red de sentidos que se va completando a cada página de modo que, aunque pareciera paradójico, provoca una ávida intriga en el lector, deseoso de conocer cómo se va desmadejando el hilo argumental. Por ejemplo “Sueñera” nos conduce por todo el campo semántico del sueño: parte de los laberintos del insomnio para después conjugar todas las posibilidades sobre la confusión entre sueño y realidad, sin menoscabo de personajes y situaciones fantásticas ni de la prosa poética más acerada (“Apenas cierro los ojos, me caigo.”); tampoco son ajenas a ella los homenajes a grandes magos del relato como Kafka o Sherezade. En Casa de Gheisas declina toda la morfología del deseo, simbolizada en las diferentes cortesanas que habitan esta casa de Gheisas y su relación con los hombres que van a visitarlas; así la más deseada siempre es “La que no está” o “la mujer del prójimo”; y el máximo secreto para la seducción es “reservar una zona intocable o prohibida” sea un rincón de la piel o “el primer lunes de cada mes” o “cierto verano de la adolescencia”.

De todas maneras, la coherencia lograda en los primeros libros no se mantiene a un mismo nivel en los últimos, donde se da una mayor disparidad temática y textual, como en Botánica del caos o Temporada de fantasmas, que resultan menos seductores para una lectura continuada.

La visión de Shua es fundamentalmente la del extrañamiento. Los objetos cobran vida (y ya no se sabe si hay que pedir consejo a la almohada o al edredón), las personas súbitamente se tornan monstruos o animales. Se invierten continuamente los parámetros de la realidad, de modo que las plantas se plantean cómo hay que cuidar a las personas para que no se marchiten, o alguien se pregunta si los ratones deben dejar su diente debajo de la almohada al perderlo. Asimismo, sus páginas aparecen sembradas de juegos conceptuales y metaliterarios (como la imagen del escritor sufriendo ante la confusión de géneros en que se halla inmerso) pero también de felices hallazgos poéticos, apoyados por numerosos recursos como la elipsis, la analogía, la paradoja, la transformación del sentido figurado en real...

Si todavía no lo han hecho, lean microrrelatos. Les serán todo un descubrimiento. Déjense bañar por lo audaz de sus propuestas y recordarán, con Novalis, que “toda palabra es un conjuro”; un conjuro capaz de derribar los diques de la realidad y transformarla en un lugar apasionantemente imprevisible.

Cuando desperté, el dinosaurio aún estaba allí.



Hace tiempo que había abandonado este blog a su suerte, navegando a la deriva. Pero desde unos días atrás he comenzado a percibir señales de su presencia, primero a través de casi inaudibles susurros, después en forma de hondos crujidos que provenían del epicentro del teclado, hasta llegar al extremo de escalofriantes señales de socorro, que pugnan por captar mi atención. Ya no puedo ignorarlo más. Debo abrirle paso. Y, al acercarme al umbral, descubro con estupor que el dinosaurio aún estaba aquí; aunque agonizante, todavía respira. Mientras yo vivía, mientras yo dormía, él permanecía, a la espera. No está en mi naturaleza ser tan poco conmiserativa, de modo que voy a permitirle que se vuelva a poner en movimiento, que encuentre lentamente su espacio. Y veremos a dónde nos llevan ahora sus pasos.

Por el momento, (y mientras recompone su figura y recupera su respiración normalizada) simplemente os dejo una propina para los curiosos:
http://cvc.cervantes.es/actcult/monterroso/acerca/zavala.htm