Ser profesor de lengua y literatura es una dulce condena.
Para quien se propone abrir compuertas al pensamiento en el aula y al mismo tiempo cumplir unos objetivos que le vienen dictados, el curso escolar es una vereda con paisaje sugeridor a lo lejos, pero con pocos rincones en los que detenerse en la simple contemplación como quisiera.
Mis amigos no profesores no se lo acaban de creer, porque lo que se oye en las calles no es eso, es "qué bien vive el profe, cuántas vacaciones, y además podéis hacer lo que queráis en el aula."
Cada día surgen mil preguntas, mil estímulos nuevos; se puede alargar la mano para alcanzarlos; pero entonces siempre aparecen otros diversos.
Acabo de empezar un nuevo trimestre; con ello, nuevos módulos.
Ahora me tocan "El club del llibre", "Comentario de textos literarios", "Tècniques d'estudi" y "Un llarg camí cap a la civilització." Un elenco bastante variado...
Al mismo tiempo continúo con el curso de preparación de acceso a Ciclos Formativos de Grado Superior: entrenamiento en el conocimiento y uso de la lengua castellana.
Para cada uno de estos aspectos se abren continuamente sendas que tomo gustosa; sin embargo, no me puedo dejar llevar por ellas tan lejos que quisiera. El fruto está al alcance de la mano, tomo gustosa aquello que mi intuición me indica, un pomelo, pongamos; el pomelo cae maduro en mis manos, y mientras la rama se agita observo que detrás aún hay otra rama que contiene otra fruta que combinaría bien con el pomelo: el caqui; hago un esfuerzo por alcanzarlo, y en ese momento veo que más allá se extiende un campo de cerezos...Mas el tiempo apremia, y hay que comer los frutos antes de que se pudran. Así que la recolección de frutos suele quedar a mitad de lo que uno quisiera, hay que pasar a la ingestión. Después, las sensaciones producidas son tan variadas y matizadas que una quisiera detenerse a deshojarlas, pero el hambre o la necesidad apremia otra vez y hay que reiniciar la búsqueda (esta vez en otro paraje, tal vez tocará pescar peces) que se alargará no todo lo que una deseara sino lo que permite el día. Siempre quedará algo pendiente que una quiso leer o estudiar o recopilar para sus clases.
Entonces, hay momentos en que la susodicha se desespera, en que se dice: "Con lo cómodo que sería dejarlo todo como Siddharta y salir al mundo sólo a ver y experimentar. Con lo realizador que sería no tener límites ni condicionantes para pensar y leer todo lo que una quisiera."
Al mismo tiempo, sé que justamente este aspecto terrenal de la docencia nos hace personas; si pudiera divagar sin límites seguramente en poco tiempo quedaría aislada en un mundo paralelo sin intersección alguna con el del resto de mis semejantes y tal vez moriría de inanición o de falta de sueño.
Aunque duela admitirlo, sé que el tiempo que dedico en pensar cómo presento a Baudelaire, qué actividades planteo, me ayuda a comprender mejor a Baudelaire y a confrontarlo con nuestro tiempo.
Y, qué narices, esa misma ansiedad que me impele a seguir siempre buscando me prueba cada minuto que existo.
Cualquier estímulo basta: la necesidad de consultar una gramática mientras preparo una clase de lengua, y gozar súbitamente con una explicación de la oración subordinada que ilumina los puntos oscuros de mis nociones; consultar un diccionario de términos literarios y rescatar palabras que voy a plantear poco después en la pizarra, con letras mayúsculas y en recuadro, que los alumnos fijarán en su libreta y tal vez les lleve a familiarizarse poco a poco con la letra escrita; el descubrir nuevas novelas, textos breves, poemas que podrían interesar a mis alumnos; el retomar textos que leí hace tiempo con nostalgia y extrañeza; el acercarme a otros textos que siempre he rechazado y súbitamente se me muestran seductores...
Ángel con cadenas. Esta profesión mantiene a diario la cabeza en las nubes y los pies en el suelo. Esta profesión me condena al cuestionamiento continuo de lo que hago y leo. Me impele también a otorgar significado, a desvelar conexiones entre saberes o realidades, a dar pábilo a las asociaciones de sensaciones e ideas.
Tántalo en fugitiva fuente de oro. El día que alcance esa fuente y ya no necesite pensar más para llevar a cabo mis clases será el día de cambiar de profesión, o de jubilarme.
Aunque me queje, hasta el día de hoy no cambiaría esta profesión por ninguna.
(Para mis pacientes lectores, si aún me quedan, pronto colgaré posts más concretos comentando esos frutos sabrosos que voy alcanzando de puntillas.)
4 comentarios:
Mis amigos no profesores no se lo acaban de creer, porque lo que se oye en las calles no es eso, es "qué bien vive el profe, cuántas vacaciones, y además podéis hacer lo que queráis en el aula."
Aquí una amiga no professora que diria que mai ha dit (ni pensat!) això. Sempre he pensat que la professió de professor i la de metge haurien de ser les més ben tractades per l'Administració, per l'Estat, perquè de vosaltres depèn realment el futur del país: sense salut i educació no anem enlloc.
Admiro els meus amics professors per tot el que feu, pel sacrifici que implica la vostra professió, pel que té de militància, gairebé, etc.
Ara bé, aquesta sensació que ningú entén la teva professió i tothom des de fora només en veu els avantatges (sovint falsos) diria que la tenim a totes les professions. A mi, com a correctora i traductora, sempre em sento dir: "que bé, deus llegir molt, oi? quin gust cobrar per llegir". Aha, però jo no trio les lectures ni el temps amb què me les he de llegir; i traduir i corregir no és llegir, és molt més complicat, i la majoria de les vegades no disfrutes gens el llibre, perquè has d'estar pendent de moltes coses alhora. Etc.
Dit això, visca els professors que es prenen la feina com ho fas tu; i visca la resta de professionals que ens prenem la feina com tu, posant-nos reptes, reflexionant-hi, intentant millorar i trobar la millor manera de fer el que fem...
Gràcies pels matissos, guapa!!
Sí, clar, no em refereixo que en les altres feines no passi el mateix i t'agraeixo que aprofitis la benentesa per fer paleses les entreteles de la teva.
¡Que no decaiga, pues, el ánimo en los profesionales!
Una abraçada
Sublime Isa, de verdad.
Yo nunca me he definido por mi trabajo, y siempre he pensado que mi "yo", siempre me aguarda a la salida. O como bromeaba en mi anterior trabajo, cuando salgo de aquí empiezo a ser persona. Nunca he tenido una profesión vocacional aunque tampoco me consume el hecho.
Considero el trabajo como un medio para subsistir y como tal es importante pero no alimenta mi alma. Eso no es óbice para que no me tome mi trabajo en serio y no adopte una postura profesional, pero eso hace a su vez que me defina por lo que soy y no por lo que hago.
Leer un reflexión como la tuya me regocija entre otras cosas porque puedo comprobar como vive y siente mi Isilla. Y eso siempre resulta inspirador.
Respecto a las banalizaciones de la profesión docente, no será tampoco mi caso entre otras cosas, porque no tendría sentido que yo hubiese estado entretenido cuatro años y medio con la pedagogía.
Pero creo que puede deberse a esas fáciles generalizaciones y reduccionismos que la gente utiliza para sentirse cómodos porque necesitan tener todo bien clasificado. Qué te voy a contar.
Es cierto que hay gente que utilizan su profesión para demostrar su superioridad respecto al otro.
En mi trayectoria vital me he encontrado tanto profesores como médicos que por el hecho de ser profesores y/o médicos se han creido superiores a mí. A mí me han resultado patéticos y mediocres, pero sí que puede ser que gente que haya vivido experiencias similares, tienda a la generalización.
No es mi caso, porque sé separar el grano de la paja pero también es cierto que no a todo el mundo le resulta tan fácil y se deja llevar más facilmente por las experiencias que por el sentido común.
Debo aclarar mi comentario inicial sobre "mis amigos", para que nadie se sienta señalado; pobrecitos amigos, encima que tienen la paciencia de leerme... Grosso modo quería decir no que no valoren la profesión, para nada, sino que a veces desde fuera les cuesta hacerse a la idea cuántas horas de ocupación (quiero decir aparte de las lectivas en sí) puede llevar la labor docente. Y al decir amigos seguramente no me refería a los más cercanos sino a conocidos en general. Más de una vez y de dos y cinco he oído lo de "Qué suerte, qué horario; cuánto tiempo libre te queda, ¿eh?" Entonces yo trato de matizar tímidamente por no parecer pedante o repelente: "No creas, hay mucho tiempo también en preparar, pensar, corregir, etc." "¿Ah sí? Pero bueno, cuando ya lo tienes por la mano lo puedes hacer en tus horas libres en el centro, ¿no? O bueno, improvisas, y ya está. ¡No me creo que los profes tarden mucho en preparar!"
Y bueno, el tema es ese. Si a uno le da igual lo que hace puede improvisar y hacer exámenes de tipo test. Si a uno le interesa hacerlo con pies y cabeza, el número de horas podría ser infinito en indagar, pensar, conocer a los alumnos, sacar conclusiones, cambiar las conclusiones, etc etc. Claro que no me pongo medallas, algunas veces voy más a saco para sacarme más tiempito libre para mis asuntos; otras tardo tiempo aunque me reconcomo pensando que igual hay gente más lista que se lo monta mejor. Y la mayoría me resigno con una sonrisa de autocomprensión: qué le vamos a hacer, cada uno tiene sus vicios; y yo no sé pensar rápido; o voy a salto de mata o si me pongo a pensar pierdo el oremus. Eso es mi dulce condena. A cada cual sus angustias y pasiones, que a veces son dos caras de la misma moneda.
También admiro a los que saben desconectar y construirse como persona fuera de su trabajo; lo encuentro una opción muy válida y respetable y a veces los envidio...Tal vez los imitaré...en otra vida.
En cuanto a la actitud de superioridad, es algo que también me ha repateado siempre; es más, en el colectivo de profesores también he observado que la mitad de profesores tienen esa actitud respecto a sus mismos compañeros. Al principio lo encontraba increíble e incluso deprimente. Ahora cada día lo tengo más claro: quien necesita ensalzar su superioridad y perfección respecto a los demás esconde un profundo complejo de inferioridad. Si no, ¿por qué molestarse en perder tiempo explicando lo bueno que uno es o lo malo que es otro? Para convencerse. Todos tenemos algo de eso como mecanismo de autodefensa en esta sociedad de fieras (aparentes), pero hay personas que lo tienen tan exagerado que resulta ofensivo...o más bien patético, lamentable, risible.
Un abrazo a los dos, y ojalá las malas experiencias particulares no nos haga nunca extenderlo al global de la humanidad, que (creo yo) tiende a ser bienintencionada.
Besos.
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