"Some time later"

jueves, 13 de marzo de 2008

Hitos (perdurables) de la adolescencia (I)



Esta semana he disfrutado de un auténtico viaje a mi adolescencia, a través de dos de mis 'hitos' con los que me he cruzado casualmente: Herman Hesse y The Cure.

Siempre he pensado que mi adolescencia fue demasiado tranquila y discreta, con poca tendencia a la transgresión. Ello me resulta más llamativo aún cuando me comparo con los adolescentes de hoy, prestos a la provocación y al alardeo de una libertad que se da por supuesta. Sin embargo, tal vez no era tan diferente a ellos. Simplemente mis referentes eran distintos. Un adolescente necesita identificarse con algo, lo que sea: ideas, personas, grupos musicales, libros...Cualquier imagen que represente su propia especificidad, eso que los hace tan diferentes a sus padres y a ellos mismos de niño.

Mi adolescencia han sido Herman Hesse y The Cure por encima de todo otro referente. Y lo sé con tanta seguridad como intensa es la resonancia que siento al ponerme de nuevo en contacto con ellos. Dicen que el sentido que más nos puede transportar al pasado es el olfato, tal y como reza el famoso ejemplo de la madalena de Proust. No obstante, para algunos puede ser no menos determinante el influjo de la palabra y de la música, cuando han sido englutidas con concentrada avidez.

Hoy voy a hablar de Demian y de su relectura.

Desde la primera página me impactó la modulación de la voz narrativa. La evocación que hace Emil Sinclair de su paso de la infancia a la madurez resulta sobrecogedora en su visualización de ese paraíso perdido . "Muchas cosas consevan aún su perfume y me conmueven en lo más profundo con pena y dulce nostalgia."

La novela habla fundamentalmente de la búsqueda de ser un0 mismo: descubrir lo que mana del propio interior, aceptarlo como destino y no temer ser lo que uno tenga que ser, haciendo caso omiso de los requerimientos de "la manada" que nos rodea. Para una persona sensible resulta una inquietud importante de la adolescencia: parece que el entorno invita a que "hay que divertirse, pasarlo bien", salir todo lo que se pueda, tener todos los amigos y ligues posibles...Pero uno puede sentirse insatisfecho con ese simple y básico carpe diem, aunque no ose admitírselo sin un deje de sentimiento de culpa, porque lo que "mola" y lo que nos hace sentir queridos es seguir la estela de lo que hace y siente la mayoría; y en la adolescencia la mayoría dice: rompe reglas, pasa el tiempo divirtiéndote; piérdete en los sentidos, disfruta porque el día que te despiertes de esa dulce embriaguez ya serás adulto y tendrás que hacer todo lo que se espera de ti.

En momentos de contradicción y búsqueda, cuando el ansia por tratar de pensar con profundidad parecía chocar contra la realidad que nos rodeaba, el hallazgo de Demian se erigía como un tesoro. No sólo el hallazgo de Demian, sino, sucesivamente, la comunión con cuantos lectores de Demian encontráramos por el camino; esos, esos eran personas de los que podíamos fiarnos.

Demian relata una búsqueda sin asideros. Sólo hay una persona que inspire este crecimiento desgarrador de Sinclair: la imagen de su admirado Demian. No es un amigo constante, no comparten mil jaranas, sino que se encuentran y desencuentran en sucesivas ocasiones durante el camino de crecimiento. Sin embargo es la persona más real de su vida. Le inspira el orgullo de la soledad, la capacidad de buscar la sabiduría en su interior; el aceptar que lo bueno y lo malo forman parte insoluble de cada individuo; el aprender a vivir en un estado de conciencia que permita sentirse en sintonía con el universo. Pero este crecimiento implica un gran dolor porque conlleva renunciar a la seguridad que sentíamos de niños en un universo cerrado de nuestros padres y maestros; así como al contentamiento fácil que supone integrarse en lo que el mundo espera de nosotros: derroche en la adolescencia, para, una vez desbravados, desembocar en una vida estrictamente pautada de antemano en la vida adulta.

Os recuerdo algunas frases que darán idea cabal del tono del libro:

"Nada hay más molesto para el hombre que seguir el camino que le lleva a sí mismo."

"Quien quiera nacer, tiene que destruir un mundo."

"No existía ningún deber, ninguno, para un hombre consciente, excepto el de buscarse a sí mismo, afirmarse en su interior, tantear un camino hacia adelante sin preocuparse de la meta a que pudiera conducir."

"Quien desee solamente cumplir su destino, no tiene modelo, ni ideales, nada querido y consolador. Este es el camino que habría que seguir."

"Sólo se tiene miedo cuando se está en disensión consigo mismo."

"Había amado y, a través del amor, se había encontrado a sí mismo. La mayoría ama para perderse."


Leer Herman Hesse entonces era ya una especie de insignia. Significaba que uno era "profundo", "espiritual". Aparte de ese detalle anecdótico, ahora carne de chascarrillo para la tertulia con los buenos amigos, algo había auténtico en esas lecturas, puesto que al retomarlas ahora, pasados los treinta, no me deja indiferente.

Leer Herman Hesse era una herramienta, un asidero útil para centrar las fuerzas en buscar el propio camino y no dejarse diluir totalmente por el entorno. Releo a Hesse (Siddharta, que entiendo mejor hoy, que he vivido más, y Demian, que entiendo más seguramente aunque entonces lo sintiera con mejor con la intuición) y me digo que no es nada casual que eligiera esa lectura por encima de otras.

La obsesión por buscar y encontrar el propio destino parece que acompaña algunas personas desde que tienen uso de la razón. Esa indagación diríase que confiere sentido a todos los pasos, incluso los erróneos, que podamos ensayar persiguiendo lo que nuestra intuición nos dicta. Hasta de los fracasos y desengaños aprendemos, siempre que mantegamos como bandera esa búsqueda de "quién soy yo en realidad y para qué estoy llamado al mundo".

Lo gracioso del tema es que, cuando leíamos a Hesse, probáblemente pensábamos que lograríamos encontrar "cuál era" la especificidad de nuestro propio destino. Hoy me doy cuenta que la única verdad de todo ello es el propio camino. El destino no era alcanzar ningún puerto, ni lo he alcanzado hoy ni creo que lo alcance nunca; el destino era no olvidar nunca que había que vivir con los ojos abiertos, buscando siempre un espacio para la conciencia, para entender mejor el paso de los días y lo que uno extrae de ellos.

La lección de Demian puede consistir simplemente en esto: el asumir que la vida es un interrogante que nunca tendrá respuesta definitiva; pero sobre el cual vale la pena indagar continuas respuestas. Hay misterios sembrados como joyas en el día que vale la pena contemplar con atención...mientras uno se va viendo crecer en años.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Ah, The Cure! Qué buenos ratos, con esa intensidad de adoleste que siente que en medio de la grisura encuentra algo con lo que vibrar....no los he vuelto a escuchar desde hace dos mil años, creo recordar que me encatava “carterpillar”.

En cuanto a Hesse (también en aquellos tiempos de instituto) para mí fue “El lobo estepario” el personaje que se busca a sí mismo (nunca leí “Demian”) y que nada a contracorriente de las expectativas convencionales, con sus reflexiones no exentas de sufrimiento (creo recordar) y una autoconciencia excepcional que yo admiraba. Me acuerdo de haber promocionado ese libro entre los coleguillas. También recuerdo que necesitaba palabras-alimento para contrarrestar la presión ambiental (y autoimpuesta) por ajustarse a lo que “mola”, y la conciencia atormentada de vivir en un no-lugar casi constante.
Me encanta como has comentado la lectura desde tu experiencia juvenil y tu reflexión de adulta. Un abrazo,
Montse

Chabela dijo...

Vaya, me alegro de compartir contigo los referentes adolescentiles...
Sí, The Cure era un gran antídoto para escapar de la monotonía...

De Hesse, yo leí también "El lobo estepario", de hecho tal vez fue el que leí con más intensidad. Sin embargo, su misma intensidad me dejó un regusto en el bajo paladar a estafa.
Aquí la fórmula de Demian se exacerbaba al cuadrado: de la búsqueda del ser "auténtico" se pasaba al orgullo y la soberbia por saberse "único" y "diferente". El tono provocador hacía empatizar con el personaje desde el principio...Sin embargo al final daba la impresión de girar en círculos sobre el vacío; como si el tono incitara al orgullo de sentirse distinto e incluso aislado y en cambio se perdía en el horizonte la cuestión esencial (y optimista) de encontrar la autenticidad de uno mismo para vivir mejor.
Yo también leí El lobo estepario con ojos y sangre y uñas...y poco después lo repudié, tal vez porque conocí a unos cuantos lobos esteparios que me resultaban atrayentes a simple vista por su postura de "persona especial" pero que, contradictoriamente, no permitían el mínimo acercamientno sincero a ellos; porque seguramente detrás no había nada más, o nada más que no fuera oscuro, y no querían que su magnetsimo se diluyera como sombras en la noche.

Me alegro de que hayamos transitado pasajes similares.
Un abrazo.

Joselu dijo...

Buena penetración en el universo de Hermann Hesse. Yo no lo lei cuando tocaba -en mi juventud sus obras se vendían hasta en los supermercados- y lo lamento. Su mensaje de búsqueda espiritual de uno mismo -leído en la adolescencia o primera juventud- es un poderoso acicate en pos de la autenticidad. Leí hace doa años Demian cuya primera parte me pareció magnífica, no así el resto del libro que me resultó ampuloso y difícilmente creíble. Dudo que su lectura -lo he pensado en ocasiones- pueda llegar a los adolescentes actuales que se mueven en otros parámetros vitales. Hesse fue un alimento formidable para varias generaciones a partir de la década de los sesenta. Lamento, eso sí, como decía, no haberlo leído en su momento.He leído hace años tambièn Siddharta, que me gustó bastante. El lobo estepario, no, pero me hago una idea a partir de tu comentario. Conocí a varios de esos personajes que se pensaban únicos y especiales,y eran unos auténticos tiranos. La vida luego les ha puesto en su lugar. Un cordial saludo desde Galicia.

Chabela dijo...

Coincido contigo, Joselu, en lo ampuloso (nunca mejor dicho) de la segunda mitad del libro.
Yo lo he releído con mucho cariño por lo que significó para mí, pero al releerlo he visto perfectamente por qué no recordaba bien algunas cosas...porque no las había entendido. Y no las había entendido porque se salen del hilo principal buscando una autenticidad que roza lo pretencioso, y se apoya en referentes supuestamente ocultistas que ensucian la comprensión global del libro.
Aún así, me sigue gustando el tono general y el aprendizaje del libro.

Supongo que la manera que tiene de conducir el final tiene que ver con una sensibilidad muy distinta, la de preguerras, y la búsqueda de libertad y activismo se mezclaba con un sentimiento apocalíptico de fin del mundo en el que habiá que estar presente. Hoy todo eso da un cierto tufillo a vanidad y sectarismo.
Una alumna mía de veinte años lo ha leído y le ha gustado en general aunque algunas cosas "no las entendía". Eso me ha hecho releerlo a mí también y coincido con ella. Juntas hemos intentado buscar en qué puedo sernos útil para hoy; hemos convenido en dos temas: la búsqueda de la autenticidad y la amistad no convencional, por encima de las vicisitudes de la vida.
La alumna le ha puesto un 8 a la lectura. Yo también.
Supongo que tienes razón y para los adolescentes de hoy en día ya va estando cada vez más desfasado; habrá que buscar nuevos mitos...
Por cierto, otra alumna (esta de 53 años) leyó Siddharta (más unitario, más llano) y a ella sí que le gustó y convenció 100%
Podéis leer sus conclusiones en

http://elracodelllibre.blogspot.com

Un abrazo desde Barcelona (recién llegada de Suiza, podría decirse que siguiendo los pasos de Hesse pero es pura coincidencia).

Feliz descanso