"Some time later"

miércoles, 12 de diciembre de 2007

"Aut delectare, aut prodesse est"


Así rezaba la recurrida sentencia de Horacio: "enseñar y deleitar a la vez" o "enseñar deleitando" o "deleitar enseñando"; frase que desde veinte siglos atrás nos ha venido ensalzando las cualidades máximas del buen maestro: aquel que enseña y da placer a la vez, es decir, que convierte el acto educativo en una fuente de placer -podemos extrapolar- tanto para el que enseña como para el enseñado.

Desde el primer momento en que escuché esta cita se me quedó grabada en el disco duro: nunca he visto tratado de pedagogía más breve, preciso y antiburocrático -en otras palabras: humano.

La enseñanza tiene en potencia mil aspectos que le enriquecen a uno las emociones, el intelecto, etc etc...aspectos que han sido remarcados sobre todo por las películas de "romanticismo profesoril" al uso, véase la película por excelencia "El club de los poetas muertos." Me preguntaba un grupo de amigos el otro día: "¿Ese tipo de profesor existe?" Y me quedé en blanco porque no me había formulado nunca la pregunta de manera tan directa. Acabamos la conversación bromeando escépticamente sobre el tema: "Bah" ESo es fantasía! Eso no pasa. Tal como el mundo va ahora... Sólo hay que pensar en partes y expulsiones." Y yo me quedé pensando y me dije a mí misma (días más tarde, pues soy de efectos retardados): "En el fondo nos burlamos de esta película porque todos desearíamos ser un Keating, o tener a un Keating como profesor."
Es el gran sueño: poder vivir el aprendizaje como un incentivo a a vivir más y más profundamente, a reflexionar, a conversar, y, por ende, a madurar y ser capaz de tomar las decisiones más acertadas.

No sería imposible ser un Keating hoy. Somos humanos, y todos deseamos motivarnos, que se nos escuche, hablar de temas que nos toquen de cerca. De hecho, si los profesores de literatura nos reuniéramos (?) para contarnos las entretelas de nuestras clases, todos podríamos reunir un buen puñado de "momentos-Keating" que hemos tenido a lo largo del curso. Clases donde la lectura de un poema de repente ha hipnotizado a veinte alumnos, que han quedado sin respiración milagrosamente, e incluso un alumno ha aplaudido después de la lectura, preso del arrebato. Instantes donde nos vienen alumnos a consultarnos dudas muy personales e intentamos orientarlos como podemos...Alumnos que se dejarán influir más o menos por nosotros, pero de quien nos sentiremos ya siempre cercanos y en los que pensamos a veces aunque los hayamos perdido de vista.
Todos hemos disfrutado de instantes Keating. Y podríamos tener muchos más. De hecho, pienso que la mitad de la enseñanza debería llevarse a cabo en ese clima de confianza mutua y de apertura humanista del espíritu.
No obstante, el sistema de enseñanza flaquea y hace aguas en este sentido. Empezando ya por el consabido problema de disciplina en las aulas de secundaria: al final el profesor se encuentra que, si quiere ejercer como tal, primero tiene que aprender a imponerse como autoridad, con la parte del hincapié en normas y límites que ello conlleva.
Pero, ¿y la enseñanza de adultos? Es harina de otro costal, pero con resultados parecidos. Cuando decidí pasarme a la enseñanza de adultos, creí inocentemente que la energía que no empleaba en cuestiones disciplinarias la podría invertir en más tiempo para el conocimiento: tanto en mi formación propia como en la profundidad y creatividad que podría desarrollar con mis alumnos. Ahora, una vez sobre el terreno, compruebo que sobre la educación pesa un gran lastre: el de la burocracia. Aquí no tenemos que hacer expedientes ni llamar a padres, pero sí inscribir a alumnos, controlar que paguen, controlar la asistencia, que cursen las materias apropiadas...Y sobre todo, muchas "graelles": para la asistencia, para las programaciones, para los contenidos de aula, para controlar las entregas de ejercicios, para convocarlos a examen... Y reuniones: con profesores, con coordinadores, con alumnos, con inspectores...De las horas de mis jornadas laborales, paso más de la mitad dedicada a estas cuestiones, que, si bien tienen que hacerse, van restando tristemente espacio al descubrimiento y al saber. Espacio que necesita unas condiciones mínimas de tranquilidad y receptividad.
Los programas son extensos, los alumnos tienen poco tiempo. Entro en el aula, les saludo y cuesta arrancarles una sonrisa; la mirada perdida, las comisuras de los labios descendentes...Lo veo; están pensando: "qué poco tiempo tengo, cuánto trabajo, a ver si puedo aprender esto, no he podido hacer los deberes, qué día hay examen, tengo que ir a hacer la compra, mañana me esperan muchas horas de trabajo..."
Vivimos tan apresados por mil exigencias de la sociedad que poca energía queda disponible para la alegría del saber.

No sería imposible lograr este "aut delectare aut prodesse", si la filosofía se pusiera de moda nuevamente en nuestra concepción de la pedagogía. Ahora, vivimos tan acomplejados de una educación precaria en nuestro país, que los mayores esfuerzos y los más premiados parecen ser el mostrar una programación coherente, dar mil actividades, que todo esté pautado, todo sellado para poder mostrarlo orgullosamente a la administración. Pero el informe PISA revela continuamente las deficiencias lectoras en nuestros alumnos. Tal vez será que estemos olvidando lo esencial: motivar a leer, a escribir. Sin ello, las clases de lengua y literatura caen en saco roto. Los alumnos fineses parece que tienen interiorizada en su cultura la afición por la lectura; he leído que el 40% de los adolescentes manifiestan que la lectura es uno de sus principales hobbies.
¿La culpa es solamente de nuestros alumnos? ¿ O estamos tan preocupados de ser "profesores modelo", intachables, que estamos dejando la pasión por la enseñanza pudriéndose con los libros de viejo?
Compruebo estupefacta que cada vez que pregunto a los alumnos (adultos) su opinión sobre un tema, o les hago parafrasear un texto, o hago una propuesta creativa, me miran asombrados como si vieran la aparición del Quijote, meando fuera de tiesto. "¿Cómo? ¿Pero cómo se ha de hacer? ¿Cuál ha de ser la respuesta? ¿Cómo puntúa?" Están tan preocupados con las pautas de aprendizaje que con tanto sudor les hemos inculcado, que les cuesta dejarse llevar, disfrutar con el material que tenemos entre las manos.

Para que la enseñanza fuera realmente humanista, creo que necesitaríamos básicamente una cosa: tiempo.
Por ello, reivindico la media jornada como medida obligatoria para el profesor de lengua y literatura. ¿Cómo va un profesor a transmitir pasión si no tiene tiempo más que para programar y corregir ejercicios? EL profesor debe poder estar abierto a cuanto le rodea, leer mucho, reflexionar sobre lo que lee, ir a conferencias, a exposiciones, a tertulias. Sólo entonces, y con la mente fresca, podrá diseñar unas clases-encuentro donde se transmita una enseñanza viva.
¿Y los alumnos? Debería el sistema, creo yo, contar con unas horas fijas de formación libre (aunque controlada) con los nombres "salón de lectura" o "salón de cine": horas donde la asistencia fuera también obligatoria pero que se incentivara la formación global del alumno a través de productos diversos según el interés de cada uno.
Pero claro, si este espacio no se lo ofrecemos, si ya vienen estresados para cumplir las tareas que les proponemos, ¿cómo podemos además pretender que, al llegar a casa, lean, se formen, reflexionen?

La lectura es poco productiva en este mundo que nos ha tocado vivir. Sabater dijo una vez "Ojalá me pagaran por leer. Me pasaría el día leyendo." Pues eso: a ver si vivo el día en que nos regalan tiempo para leer, o nos pagan por leer, que sería lo mismo, ya que "time is money".
Si poseyéramos este espacio y tiempo constante para la lectura y el diálogo, si la burocracia no se apoderara de la creatividad, tal vez este "aut delectare, aut prodesse" sería realizable, en la enseñanza y en cualquier otra faceta de la actividad humana. Brindo por ello; porque es costoso pero no imposible.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Isilla, elegante manera de pedir la media jornada, jajaja.
Que no, que no, que yo también quiero cobrar por leer (escogiendo yo las lecturas), que los traductores también necesitamos un poco más de calma para traducir dignamente. :)

Anónimo dijo...

¡Cuántas cosas has dicho y todas juntas!
En fin... Yo creo que el profesor de El club... no existe. Existe lo que te deja ese profesor que era tan normal y tan aburrido para otros y que a ti te ha cambiado la vida porque fue gracias a él que tú elegiste este tipo de vida.
A mí por lo menos... es lo que me pasa. Sin mis profes de lite no sería hoy la que soy.
Creo que es más profundo y vital lo que puede hacer un profesor en un alumno, sin tanta escena como el de la peli, pero con más profundidad.
Y... sobre eso de que todos quisiéramos ser como él... En fin, yo no tengo su capacidad de entusiasmar a los alumnos con la poesía, desde luego. Ni lo pretendo. Me conformo con que escuchen y de vez en cuando, se relajen. A veces, con eso, es suficiente para que les llegue algo al corazón. Y a veces, la mayoría, sin pasar por la cabeza.
Y que ellos quieran ser así... Bueno, también tengo mis dudas. Algunos de ellos quisieran ser capaces de entusiasmarse más por la materia. Otros, estoy pensando en los de currículum adaptado, ya habrán conseguido mucho si levantan la mano antes de preguntar (hoy me ha pasado): "Pero, a ver, profe, que yo me como la cabeza... ¿Dios existe o no? Porque mi abuela dice que le quiere un montón, pero yo como no le quiero porque no sé dónde está, no sé si existe o qué". Ea... preguntita...
Y otros, lo que quieren es, como también me ha pasado hoy en el Aula oberta: "Pero déjame en paz que haga lo que me dé la gana. ¿Te doy órdenes, yo a ti, acaso?" . Preguntita también.
Y otros, los menos, son los que cuando hablas de Bécquer te escuchan. Y todavía los menos menos, los que entienden algo de lo que dices y no lo confunden con los romances... Porque no tienen hábito de escuchar (sólo de ver), ni de escribir (sólo de escribir para ejecutar: léase messenger), ni de aprender (para qué? Y la respuesta es clara: para aprobar, pero ¿para aprender? ¿y eso qué es?).
Así... que... en fin, soy menos optimista que tú...
Y... pese a todo, feliz en lo que hago. Me gusta mi trabajo y cada día me levanto pensando con mi lado de profe de película. Luego, en el aula, reacciono ante la realidad y me modero un poquito. Sin embargo, las emociones de compañerismo, de solidaridad y de ser una referencia ante los alumnos (ante algunos) la encuentro también cada día.
Cuando he dicho que yo no sabía si Dios existía o no, que había gente que llevaba estudiando eso desde que el mundo es mundo... Dice una: "Es que, claro, José, es que los profes no lo saben todo todo". Como si los profes fuéramos ese Dios que ellos querrían querer pero que no pueden querer porque no ven...

Y... siento llevarte la contraria en lo de la media jornada. No digas eso por ahí, que la gente trabaja más de ocho horas al día por mil euros, Isa. No digo que eso sea lo correcto. Pero... sí que digo que lo que tenemos que hacer es aprender a organizarnos más y sobre todo a renunciar. A nosotras nos han educado en la cultura del esfuerzo y en la de tener que aspirar a comerse el mundo. Quizá, la lección que tengamos que aprender es la de la renuncia. Estoy haciendo autocrítica, que conste.
Creo que la superprogramación de la muerte la hemos hecho todos... Y creo que si intentas que eso se haga caerás en un estrés insostenible. Quizá en Finlandia los profes trabajan de forma más realista, pero el mismo número de horas que nosotros. Yo he perdido mucho tiempo haciendo una programación que todos sabemos que es inviable: ¿Cómo voy a enseñar todo ese programa con tres horas a la semana?Y lo que es más importante: ¿Cómo lo van a asimilar los alumnos?
Antes había literatura y lengua, dos asignaturas, ahora todo en uno. Y con tres lenguas: inglés, catalán y castellano...En fin, no comments.
También reflexiones juntas y desordenadas... Para variar.

Chabela dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Joselu dijo...

Encuentro un problema en tu post: la disgregación. Planteas varias cosas, todas interesantes pero entras en espirales que van de una a otras sin solución de continuidad. Creo que te hubiera dado el post para tres diferentes. Disculpa mi entrada crítica, pero es conveniente que a los que empezamos, alguien que lleva ya algún tiempo les dé su punto de vista. Por lo demás tu tono y tu discurso me han gustado. Tengo ganas de comentarte varias cuestiones, pero ahora mismo me espera una sesión de evaluación de un grupo de tercero que me hace sudar tinta. Uf. Un cordial saludo.

Joselu dijo...

El secreto del profesor maravilloso es un misterio. Yo desde luego no lo soy. Cuando comienzo a hablar de Machado -que es un desconocido para ellos- los bostezos afloran. Da igual que le meta pasión. Despiertan cuando les hablo de su relación con Leonor y con Guiomar. Su filosofía existencialista les trae al pairo. Alguno, quiero creer, se ve atraído por el tema, pero pocos. Un profesor de lengua catalana, un excelente compañero, desgrana en sus clases una retahíla de chistes que les hacen la clase más llevadera. Habla de las mujeres, que si son así o asá. Creo que la clave está ahí. Hay que tener sentido del humor. Yo tengo poco y es una deficiencia. Sentido del humor y quererlos pese a sus carencias culturales -que son oceánicas-. Ellos lo notan. Esa mezcla mágica entre humor y cariño es la clave del asunto. Luego, claro está, has de saber hasta dónde puedes abrirte. Hay cursos que te lo permiten y otros que no. Luego está el terreno de su aprovechamiento, que seguro que será insatisfactorio. Estudian muy poco, salvo excepciones. Pero algunos nos escuchan más de lo que pensamos. Recibe un cordial saludo. Te enlazo en mi página. Ha sido un placer encontrarte.

elamantepolar dijo...

Perdóname porque es un comentario precipitado y es ajeno a tu profesión. Yo entro a tu blog a aprender. Pero permíteme que tu entrada me la lleve a mi terreno.

Bueno, perdóname que te rectifique pero la pregunta no fue formulada exactamente así.
Lo digo porque fui yo quien la formulé: no pregunté si existen profesores Keating, sino más bien ¿es posible ser hoy un profesor Keating?
Me alegro mucho que mi pregunta te plantease reflexionar después.
Me gusta lo siguiente que mencionas en tu entrada:
"En el fondo nos burlamos de esta película porque todos desearíamos ser un Keating, o tener a un Keating como profesor.
Es el gran sueño: poder vivir el aprendizaje como un incentivo a a vivir más y más profundamente, a reflexionar, a conversar, y, por ende, a madurar y ser capaz de tomar las decisiones más acertadas."
Y quiero precisar que yo no me burlé de esa película. Me merece un gran respeto y creo que va mucho más allá de la enseñanza o la pedagogía aunque se puedan establecer extrapolaciones al respecto.
Pero a mí siempre me ha gustado centrar mi atención en el personaje de Ethan Hawke y en el personaje de Robert Sean Leonard.
Y también se puede reflexionar sobre el discurso y las intenciones del film, ya que la pedagogía del profesor Keating (que siempre me ha recordado un poco a SummerHill) acaba teniendo consecuencias trágicas.
¿Encierra eso un discurso conservador? ¿O más bien es una denuncia de entornos opresivos que no dejan desarrollarse a las nuevas generaciones? ¿Realmente el profesor Keating llevó a sus alumnos a ser capaces de tomar las decisiones más adecuadas visto que uno de los chicos acabó sucidándose?
Y ¿sirvió de algo realmente cuando pudimos ver claramente que la institución siguió con sus estrictos principios de instrucción después de su marcha?
La clave creo que el film la da con el famoso "Oh capitán Mi capitán" que aún hoy me estremece y sobretodo con el personaje de Ethan Hawke.
Porque aunque veamos que todo "sigue igual", también percibimos que ese chico ya no será el mismo (no el resto, que se agazapan en el miedo en el que estaban inmersos).
La lucha por ser uno mismo, trascender el miedo y apostar por nuestros sueños por mucha incomprensión exterior con la que nos topemos.

Anónimo dijo...

ufff!!! manu, menos mal que era un comentario improvisado! menuda disertación, y no es ironía, me ha parecido de lo más lúcida. yo tb estuve en la mesa en la que saltó la pregunta, no recuerdo cual fue mi respuesta, aunque conociéndome, fijo que me quedé calladito a la expectativa. al margen de los matices que haces sobre cómo se formuló la pregunta, creo que el problema es el de siempre cuando intentamos cotejar la ficción con la realidad. el eterno tema del 'amor' es el ejemplo más claro. cuántas veces nos hemos llevado un chasco tremendo al descubrir que nuestra pasión amorosa, o la que esperamos recibir, palidece ante los avatares de los amantes del círculo polar, los de rick e ilsa, o los de cualquier mito griego o romance medieval?
a mi juicio la ficción es el terreno para plantear la utopía, y la realidad el de acercarnos al sol sin quemar nuestras alas de cera.
un beso a todos,
óscar

Chabela dijo...

¡Gracias a todos por vuestros comentarios! Cierto que hice un post demasiado disperso, me di cuenta después...Quería hablar de cómo inculcar pasión en los alumnos, al mismo tiempo de si es posible la utopía, y al mismo tiempo me quejaba de la falta de tiempo en la docencia y la vida en general para desarrollar cualquier interés humanista.
Pero sobre todo pretendía incitar al diálogo, así que me alegro que al menos esto lo haya coneguido. Con vuestros comentarios le habéis dado más sentido y lucidez al post

Olga, que conste que pretendía hacer una reflexión general, no hablaba precisamente de mí, aunque seguramente no lo he escrito con claridad. Yo también disfruto con mi trabajo y asumo ciertas limitaciones, a veces más y a veces menos. ME parece interesante la introducción de la noción "renuncia", aunque siempre con ciertos matices: creo que es necesario asumirla en parte, pero no escudarse en ella. ¿Recuerdas aquel verso que tanto nos gustaba? "No te quedes inmóvil al borde del camino." Pues eso, limitación pero no resignación; supongo que estarás de acuerdo. La superprogramación de la muerte ni la hago ni la pienso hacer, era una pataleta contra la administración. Y lo de la media jornada también era una especie de "boutade" para llamar la atención, aunque probablmente no he sabido hacerlo bien.

Joselu, tu crítica me parece muy pertinente y la acepto sin reservas. Gracias por darme ánimos. Me gusta lo del sentido del humor y el cariño, muy justo y es cierto que cuando uno tiene "el día" más chistoso y cariñoso, normalmente se conecta mucho mejor, sean menores o mayores de edad los alumnos. ¡Hasta pronto!

Manu, ¡vaya! Estabas inspirado con tu "pequeñito comentario", me dejas sin palabras, pero ¡ole por tu alcance metafísico respecto la película en cuestión! EL matiz que introduces no lo había tenido en cuenta, no me acordaba, es verdad, el final trágico podría poner en duda lo certero de las decisiones; entonces hablaríamos de autenticidad a pesar de las barreras exteriores o la incomprensión.
Óscar, muy justa también la apreciación sobre la diferencia entre realidad y ficción. Aunque también es verdad que a veces la realidad y la ficción forman vasos comunicantes.
Un cálido abrazo a todos.

Anónimo dijo...

Perdón, pero, las casualidades son así. Acabo de subir un post precisamente detestando esta dichosa película. Siento disentir, en fin.

PD. Y eso que mis alumnos me piden que vaya al Club de la Comedia -y les deje tranquilos-

elamantepolar dijo...

Oscar me ha encantado esta frase:
"a mi juicio la ficción es el terreno para plantear la utopía, y la realidad el de acercarnos al sol sin quemar nuestras alas de cera."
Ahhh me iría del tema y no es plan, pero yo también creo firmemente en los vasos comunicantes que comenta Isa.
Y cierto, te mantuviste al margen.
Muchas gracias a los dos por los elogios que no se merecen ;-).
Y propaghandi, voy a leer tu entrada que tengo un curioso "hobby", y es leer críticas y/o valoraciones negativas de películas que a mí me gustan (mucho).
Espero Isa que seas más constante que yo con tu blog, porque ya tienes a un adicto fiel. Espero ansioso tus nuevas reflexiones.

Anónimo dijo...

de eso se trata Manu, de nadar entre esos vasos comunicantes, de hacerlos más anchos y convertirlos en autopistas que van de los pulmones al corazón.
besucos

ósc

Anónimo dijo...

A mi tambien me hizo reflexionar la frase "Enseñar deleitando" y me guataria leer el libro donde se encuentra esta , me quieres dar al información? Graicias de antemano. Guadupe Corona.